MANIFIESTO PHotoESPAÑA |
En el marco del 25+1 aniversario, el festival PHotoESPAÑA ha querido dedicar especial atención al futuro de la fotografía solicitando a ocho destacados profesionales como Edward Burtynsky, Lúa Ribeira, Cecile Øien, Joan Fontcuberta, Claude Bussac, Walter Guadagnini, Johan Trujillo, Maartje Stubbe y María Santoyo a que brinden su visión sobre este tema. En cada uno de los textos se aporta un ángulo sobre el presente y futuro del medio desde la reflexión colectiva en torno a la pregunta ¿Hacia dónde va la fotografía?. Entre los textos publicados, quiero aprovechar el post de este blog para dedicar especial mención al realizado por Johan Trujillo —directora del Centro de la Imagen en México— en el cual se trazan distintas vertientes que afronta la fotografía como medio en la actualidad, tanto creativas como éticas en el uso de la inteligencia artificial, y sobre todo agradecer la mención a mi proyecto en el mismo.
¡Gracias Johan!
Entre apariencia y ficción, el reto de dar a pensar Johan Trujillo
“La fotografía, en su veta testimonial, ha servido para informar al instante del acontecer diario, así como para documentar sucesos y vidas en procesos de largo aliento. Como herramienta para cautivar, en el ámbito publicitario y el de la política sirve para sugerir ideas e imaginarios —recordemos la polémica del año pasado por la campaña con niños de la marca Balenciaga —. Finalmente, también ha sido medio para explorar artísticamente inquietudes personales o sociales. En todas estas formas, la fotografía nos muestra el mundo a través de distintos modos de ver y hacer ver.
A partir de lo que he encontrado durante el último año entre revisiones de portafolios, concursos y una feria de arte, me insisten principalmente dos inquietudes. Por un lado, la facilidad con la que podemos caer en la trampa de la seducción producida por imágenes de una apariencia bella o espectacular, que muchas veces se basan sólo en un interés y pericia técnica, con la que intentan ocultar su oquedad discursiva. Son fotografías fáciles de digerir cuya utilidad —si la hay— es meramente ornamental. No exigen atención ni dan a pensar.
Por otro lado, nos enfrentamos al riesgoso uso de la inteligencia artificial que (con)funde el límite entre ficción y realidad. Así como ha sido una herramienta útil para crear imágenes que no existían, pero hacían falta porque su existencia había sido negada, por ejemplo, por censura —ver el archivo cuir inexistente de Felipe Rivas San Martín (Chile)— o por imposibilidad circunstancial —ver Exhumar la memori.IA de Rogelio Séptimo (México)—, también ha servido para confundir, como lo demuestran las imágenes de la detención de Donald Trump. En una época de posverdad, eso me parece delicado.
Ante tal panorama, ¿qué retos enfrentamos en el futuro? Crear imágenes singulares, que elaboren de forma genuina y compleja la experiencia común de vivir, y en ello nos den a pensar, cuestionando o reconfigurando el sentido del mundo. Con los medios digitales y las redes sociales, la capacidad y velocidad de circulación de las imágenes se ha potenciado, y la sedación de nuestra capacidad crítica por sobreexposición es latente. De ahí que también enfrentemos el reto de asumir la responsabilidad que implica el privilegio de poder decir a través de las imágenes, tanto para quienes las crean como para quienes las hacemos circular, e incluso para quienes las reciben y consumen. En esa posibilidad de decir, circular y consumir se juega la oportunidad de ampliar o reducir lo que damos a ver del mundo y sus imaginarios, y el sentido que proponemos a través de ellos para comprender nuestro presente.”