Situado al fondo de los recuerdos, lejano en el laberinto de la memoria colectiva reconfigurada al paso de los años. La infancia parece haberse refugiado del olvido en el eco lejano de nuestra capacidad de soñar, borrosas instantáneas, vistas a través del orificio de nuestra memoria. Ahí, en ese rincón, se refugian héroes maravillados con la simpleza de un mundo sin límites de nostalgia y memoria. Nosotros como adultos hemos olvidado la capacidad de soltar las amarras del delirio inocente. Donde compartimos el té en lujosas mesitas de piedra, conquistamos reinos en el patio de atrás o visitamos la misteriosa bestia de doce cabezas, hambrienta en el ropero de la abuela.